¿por qué formAr para reflexionar, si parece algo tan natural como respirar?
Una pregunta que se plantea Perrenoud: ¿por qué debería hacerse el reflexionar el núcleo de formación de los enseñantes?
Un supuesto de porque no deberíamos hacerlo, es que reflexionar es una característica inherente al ser humano, así como respirar.
Personalmente no lo considero así. En la materia de Pensamiento Complejo, vimos justamente que pensar no es inherente a ningún ser humano, que se necesita estar inmerso en un contexto social para poder desarrollar el pensamiento básico, y que el pensamiento complejo necesita ser desarrollado conscientemente por el individuo. Comparando los dos temas, es decir el pensamiento complejo con la reflexión sobre la práctica, encuentro que el pensamiento complejo requiere más abstracción, más entendimiento y más esfuerzo para ser desarrollado y practicado. Sin embargo la reflexión también es un proceso mental importante y complejo, es pensar sobre el pensar, sobre el actuar, por lo tanto, no es inherente al ser humano, y tiene que ser desarrollado.
En fin, esa fue una postura personal, pero continuaré con lo que el autor plantea. Él dice que los alumnos que serán maestros o profesores, ya tienen cierto grado de formación y eso los hace reflexivos; después hace la siguiente comparación: ¿No habrá, entre la forma habitual de reflexionar y la práctica reflexiva, la misma diferencia que existe entre la respiración de cualquier ser humano y la de un cantante o un atleta?
Yo hubiera hecho esa comparación con el habla, ya que reflexionar básicamente es como hablar, aprendemos un poco por el medio social en el que nos encontramos, y la práctica reflexiva vendría siendo el habla de un orador, entendido como conferencista.
En cualquiera de las comparaciones, podemos llegar a la conclusión de que se necesita enseñar a reflexionar, practicar esta reflexión y hacerla parte del habitus.
Un supuesto de porque no deberíamos hacerlo, es que reflexionar es una característica inherente al ser humano, así como respirar.
Personalmente no lo considero así. En la materia de Pensamiento Complejo, vimos justamente que pensar no es inherente a ningún ser humano, que se necesita estar inmerso en un contexto social para poder desarrollar el pensamiento básico, y que el pensamiento complejo necesita ser desarrollado conscientemente por el individuo. Comparando los dos temas, es decir el pensamiento complejo con la reflexión sobre la práctica, encuentro que el pensamiento complejo requiere más abstracción, más entendimiento y más esfuerzo para ser desarrollado y practicado. Sin embargo la reflexión también es un proceso mental importante y complejo, es pensar sobre el pensar, sobre el actuar, por lo tanto, no es inherente al ser humano, y tiene que ser desarrollado.
En fin, esa fue una postura personal, pero continuaré con lo que el autor plantea. Él dice que los alumnos que serán maestros o profesores, ya tienen cierto grado de formación y eso los hace reflexivos; después hace la siguiente comparación: ¿No habrá, entre la forma habitual de reflexionar y la práctica reflexiva, la misma diferencia que existe entre la respiración de cualquier ser humano y la de un cantante o un atleta?
Yo hubiera hecho esa comparación con el habla, ya que reflexionar básicamente es como hablar, aprendemos un poco por el medio social en el que nos encontramos, y la práctica reflexiva vendría siendo el habla de un orador, entendido como conferencista.
En cualquiera de las comparaciones, podemos llegar a la conclusión de que se necesita enseñar a reflexionar, practicar esta reflexión y hacerla parte del habitus.
¿Por qué formar a los enseñantes para reflexionar sobre su práctica?
Si no encuentras respuesta a esta pregunta, ¡revisa las 10 razones que tiene Perrenoud!
1) Compensar la superficialidad de la formación profesional
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En los países desarrollados, los enseñantes dominan bastante bien los conocimientos que deben impartir, sin embargo, desempeñan su carrera sin ninguna formación didáctica.
Su formación intelectual especializada los prepara para observar y analizar con realismo lo que pasa y adaptar sus acciones en consecuencia. Para saber reflexionar sobre la propia práctica basta con dominar los instrumentos generales de objetivación y de análisis y poseer un entrenamiento para el pensamiento abstracto, el debate, el control de la subjetividad, el enunciado de las hipótesis y la observación metódica. Por este motivo, una formación para la investigación puede, en cierta medida, preparar para una práctica reflexiva y a la inversa. La inteligencia, el rigor y el buen criterio no son suficientes para alimentar una reflexión que incremente la eficacia de la enseñanza. Una práctica reflexiva es una expresión de la conciencia profesional, y es importante, porque sin ésta, la formación de los profesores el sólo superficial, pues enseñan conocimientos abstractos que difícilmente servirán a que el enseñante los utilice para resolver todos los problemas que se le presenten. La primera vez que leí el texto me enojé bastante con la postura del autor, me indignó que él pensara que los saberes pedagógicos y didácticos no fueran necesarios para un buen desempeño del enseñante universitario, que él pensara que sólo bastaba con ser investigador para tener las aptitudes y habilidades necesarias para ser exitoso en el arte de enseñar. No contextualicé la obra, y ya en clase la profesora puntualizó que para ser catedrático en una universidad en Europa, se tiene que ser investigador reconocido y hay muy pocos catedráticos en las escuelas, es un honor serlo. Entonces contextualicé la obra y lo relacioné con lo que algunos amigos que se han ido de intercambio a Francia me comentaron sobre la universidad y las clases magistrales. Ahora que leo el texto por segunda vez, me doy cuenta de que Perrenoud habla de investigadores de gran peso, no como la mayoría de México, y que es diferente ser catedrático de este país a catedrático de Europa. Ya no me siento indignada por sus palabras, pienso que las habilidades que desarrolla un investigador son fundamentales para una práctica reflexiva, sin embargo eso no asegura su éxito en el desempeño profesional como enseñante. |
2) Favorecer la acumulación de saberes de experiencia
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Una parte de la reflexión sobre la acción produce un ajuste pragmático. Los aprendizaje que produce son traducidos en conductas nuevas, acompañadas, por lo menos al principio, de un razonamiento más o menos explícito, y puede que, una vez resuelto el problema, el profesor vuelva a conectar el piloto automático.
La práctica reflexiva favorece la acumulación de saberes de la experiencia propia de cada individuo porque:
Es necesario conceptualizar la experiencia para producir aprendizaje. Un practicante reflexivo nunca deja de sorprenderse y utiliza su capital de conocimientos acumulados para teorizar su experiencia. Es acerca de las facetas importantes de la práctica cuando aprendemos a reflexionar, y no en el vacío ni con ejemplos irrelevantes. |
3) Preparar para asumir una responsabilidad política y ética
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Los profesores se ven enfrentados a dilemas cada vez más numerosos, al desfase entre los programas y el nivel, los intereses y los proyectos de los alumnos, a los problemas que derivan de la sobrecarga de los programas y a la ficción de que se dispondrá con las horas previstas para enseñar cada cosa. También se enfrentan al dilema de escoger a los alumnos que necesiten que trabajen prioritariamente con ellos, y sacrificar a otros.
La práctica reflexiva ayuda a vislumbrar desde otros lentes todas estas problemáticas, a analizarlas y poder encontrar las acciones más favorables. Pero una práctica reflexiva no se centra únicamente a la acción, sino también en sus finalidades y los valores que sustentan. La formación ayuda a que cada uno haga su propio criterio, en función de un entrenamiento que explique a la vez la situación, las alternativas y los desafíos. La postura y la competencia reflexiva no garantizan nada, pero ayudan a analizar los dilemas, a crear elecciones y a asumirlas. |
4) Permitir hacer frente a la creciente complejidad de las tareas
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Los profesores se sitúan ante nuevos contextos, nuevas dificultades, nuevos públicos y cada vez es más dificil resolver problemas.
Una práctica reflexiva permite una relación activa y autónoma con respecto a la complejidad y al mundo, y se opone, por tanto a la dependencia y a la resignación. La práctica reflexiva no es suficiente, pero es una condición necesaria para hacer frente a la complejidad. |
5) Ayudar a sobrevivir en un oficio imposible
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Quizás los objetivos de la educación están fuera del alcance de la acción ordinaria y el oficio del enseñante sea algo imposible. Sin embargo, con una práctica reflexiva podemos:
Ejercer un oficio de lo humano significa saber con cierta precisión, por lo menos después de que haya pasado la acción, lo que depende de la acción profesional y lo que escapa de ella. A veces, debe aceptarse que podríamos haberlo hecho mejor y comprender por qué no lo hemos conseguido. El análisis no suspende el juicio moral, no vacuna contra toda culpabilidad, sino que induce al practicante a aceptar que no es una máquina infalible. |
6) Proporcionar los medios para trabajar sobre uno mismo
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En un oficio de lo humano, es muy improbable que el agente participante no forme parte del problema, como mínimo, participa en el sistema de acción cuyo mal funcionamiento engendra el problema.
Un problema, desde el enfoque sistémico, no tiene una única causa, sino que las reacciones que se han suscitado después lo modifican y en ocasiones agravan. Para aceptar formar parte del problema, es necesario ser capaz de reconocer en uno mismo las actitudes y las practicas de las que no tenemos espontáneamente consciencia, en incluso que nos esforzamos por pasar por alto. No resulta admitir que no dominamos todas nuestras acciones y actitudes, y todavía resulta más desagradable, darse cuenta de que lo que escapa no siempre es lo mejor de uno mismo. La reflexión sobre la práctica no se limita únicamente al ámbito técnico (que el enseñante rectifique un error), sino que indaga en las actitudes y prácticas que están de fondo, lo que posibilita que el enseñante analice sus propias acciones y se perfeccione junto con su profesión. |
7) Ayudar a afrontar la irreducible alteridad del aprendiz
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Existen diferencias culturales difíciles de compartir entre alumno y maestro. A esas diferencias culturales se le añade la alteridad que existe incluso con personas que pertenecen a la misma generación, al mismo sexo, a la misma familia, a causa de la diversidad de las personalidades y las historias de vida.
Reflexionar sobre la propia práctica también significa reflexionar sobre la propia historia, los habitus, la familia, la cultura, los gustos, y aversiones, la relación con los demás, las angustias y las obsesiones, así como un intento de comprender de dónde provienen nuestras relaciones con los demás. |
8) Favorecer la cooperación con los compañeros
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La práctica reflexiva sirve para conjugar eficazmente las competencias y las fuerzas entre los compañeros, a negociar con quienes no forzosamente compartimos los mismos objetivos.
Trabajar en equipo supone compartir la parte de locura de cada uno. La capacidad de reflexión de cada uno es un ingrediente del análisis colectivo del funcionamiento y una baza fundamental en la regulación de las relaciones profesionales y el trabajo en equipo. |
9) Aumentar la capacidad de innovación
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Innovar significa transformar la propia práctica, analizar lo que hacemos y las razones para continuar o cambiar.
La innovación endógena se origina en la práctica reflexiva, motor de la concienciación y de la formación de proyectos alternativos. |
10) Saber crear sentido
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La práctica reflexiva sirve para crear sentido, en el trabajo, en la escuela y en la propia vida. Para esto, estaremos cuestionándonos constantemente sobre por qué hacemos lo que hacemos, para qué lo hacemos, con qué derecho, o en virtud de qué sueños.
La formación de una práctica reflexiva no responde, en sí misma, a la cuestión del sentido, pero permite plantearla con algunos instrumentos y favorece cierta sabiduría, que consiste en renunciar a las evidencias, a los problemas definitivamente resueltos y a los juicio egocéntricos. |
para un entrenamiento intensivo para el análisis
La práctica reflexiva es una práctica cuyo dominio se adquiere mediante la práctica. ¡Vaya que a Perrenoud le gusta repetir palabras!
Lo importante es hacer de esta práctica reflexiva parte del habitus, y para esto, en una formación de enseñantes, tendría que haber un programa claramente orientado hacia la práctica reflexiva y un contrato de formación totalmente explícito.
La práctica reflexiva constituye una relación con el mundo, activa, crítica, y autónoma, es cuestión de actitud más que una estricta competencia metodológica. Se necesita de una formación para la resolución de problemas y renunciar a todo procedimiento estandarizado.
Asimismo se necesita hacer de esta práctica reflexiva una rutina, crear un hábito de dudar, de sorprenderse, de plantearse preguntas, de leer, de transcribir determinadas reflexiones, de discutir, de reflexionar en voz alta, para así pensar por sí mismo y servirse de conocimientos de forma pragmática y arriesgada.
La práctica reflexiva también afecta a las normas, a los valores, a la justicia y al poder. Para esto no se necesitan cursos de ética, sino una forma de entrenamiento que identifique, explicite y trate dilemas. El propósito de dichas formaciones sería desarrollar una forma de sensibilidad, de descentralización o de método para tratar las dimensiones éticas de su práctica.
Lo importante es hacer de esta práctica reflexiva parte del habitus, y para esto, en una formación de enseñantes, tendría que haber un programa claramente orientado hacia la práctica reflexiva y un contrato de formación totalmente explícito.
La práctica reflexiva constituye una relación con el mundo, activa, crítica, y autónoma, es cuestión de actitud más que una estricta competencia metodológica. Se necesita de una formación para la resolución de problemas y renunciar a todo procedimiento estandarizado.
Asimismo se necesita hacer de esta práctica reflexiva una rutina, crear un hábito de dudar, de sorprenderse, de plantearse preguntas, de leer, de transcribir determinadas reflexiones, de discutir, de reflexionar en voz alta, para así pensar por sí mismo y servirse de conocimientos de forma pragmática y arriesgada.
La práctica reflexiva también afecta a las normas, a los valores, a la justicia y al poder. Para esto no se necesitan cursos de ética, sino una forma de entrenamiento que identifique, explicite y trate dilemas. El propósito de dichas formaciones sería desarrollar una forma de sensibilidad, de descentralización o de método para tratar las dimensiones éticas de su práctica.
ALTERIDAD
Alteridad (del latín alter: el "otro" de entre dos términos, considerado desde la posición del "uno", es decir, del yo) es el principio filosófico de "alternar" o cambiar la propia perspectiva por la del "otro", considerando y teniendo en cuenta el punto de vista.
Su uso actual se debe a Emmanuel Lévinas, en una compilación de ensayos bajo el título Alteridad y Trascendencia.
El término “alteridad” se aplica al descubrimiento que el “él” hace del “otro”, lo que hace surgir una amplia gama de imágenes del otro, del “nosotros”, así como visiones múltiples del “él”. Tales imágenes, más allá de las diferencias, coinciden todas en ser representaciones más o menos inventadas de personas antes insospechadas, radicalmente diferentes, que viven en mundos distintos dentro del mismo universo.
Alteridad (del latín alter: el "otro" de entre dos términos, considerado desde la posición del "uno", es decir, del yo) es el principio filosófico de "alternar" o cambiar la propia perspectiva por la del "otro", considerando y teniendo en cuenta el punto de vista.
Su uso actual se debe a Emmanuel Lévinas, en una compilación de ensayos bajo el título Alteridad y Trascendencia.
El término “alteridad” se aplica al descubrimiento que el “él” hace del “otro”, lo que hace surgir una amplia gama de imágenes del otro, del “nosotros”, así como visiones múltiples del “él”. Tales imágenes, más allá de las diferencias, coinciden todas en ser representaciones más o menos inventadas de personas antes insospechadas, radicalmente diferentes, que viven en mundos distintos dentro del mismo universo.